“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Esta frase, pronunciada por el replicante Roy Batty interpretado por Rutger Hauer, es parte de la historia del cine y también forma parte del imaginario común. “Yo he visto cosas…” se ha convertido en un íncipit idiomático que se sigue oyendo en los bares y leyendo en los memes más actuales.
Sin embargo, este no es el único elemento icónico de Blade Runner, la película de 1982 dirigida por Ridley Scott que este año cumple treinta años desde su lanzamiento en las salas americanas. El imaginario futurista, los tonos oscuros de la fotografía, la sombría atmósfera neo-noir urbana, el neón y la lluvia crearon un estándar de ciencia ficción que sigue influyendo en el cine y los videojuegos. Películas como Terminator, Brazil, El quinto elemento, la trilogía de Matrix e Inception o videojuegos como Snatcher y Cyberpunk 2077 no pueden ocultar su relación con Blade Runner, gracias también al trabajo del director de fotografía Jordan Cronenweth, ganador del premio BAFTA por su revolucionario e innovador trabajo.
Cronenweth hizo escuela con su fotografía y plasmó en la película un imaginario que se convirtió en las bases de la estética cyberpunk, el género distópico fruto de los libros de Philip K. Dick donde la alta tecnología se enfrenta al colapso de la sociedad. El escritor William Gibson, creador del término cyberspace (ciberespacio) y autor de varios libros de ciencia ficción, declaró tras ver la película: “Es aún mejor que las imágenes que tengo en mi cabeza”.
Muchos colegas de Cronenweth utilizaron también la palabra “elegante” para describir el trabajo con la luz, hasta tal punto que el crítico de Los Angeles Times lo comparó con ciertos cuadros de Vermeer: los rayos impactan los rostros y los objetos, convirtiéndolos en los protagonistas de un escenario de cine negro, entre las sombras de una ciudad futurista de Los Ángeles que parece ser un gran club nocturno al aire libre, con coches que vuelan y androides asesinos. La relación con el género negro se intensifica con el uso de la luz. La fuerte retroiluminación, los contrastes marcados, los cortes de luces y sombras en las paredes de los diferentes espacios o el uso frecuente de siluetas son todas las características típicas de las películas negras de la Hollywood de los años 40 y 50 y, sobre todo, de Ciudadano Kane de Orson Welles (película tan admirada por Ridley Scott como para desear que Blade Runner se pareciese a ella a nivel visual).
La película, que rápidamente se convirtió en un clásico considerado una obra de culto, alcanzó un éxito tan alto que en 2017 llegó a las salas la secuela Blade Runner 2049, dirigida por Denis Villeneuve e interpretada por Ryan Gosling y Harrison Ford en el papel de Dick Reckard. Nuevamente, la fotografía de la película –obra del inglés Roger Deakins– fue todo un éxito y se adjudicó el óscar y el BAFTA a la mejor fotografía.
La secuela rinde homenaje a varias escenas de la obra maestra de Cronenweth, recreando con siluetas y neón la ciudad de Los Ángeles de ciencia ficción entre hologramas, luces y sombras, y aporta algunas novedades relacionadas con el gran tema de nuestra época: la catástrofe climática. La alarma global y los cambios terrestres provocados por la conducta humana son argumentos que Hollywood empezó a tratar mucho antes de que se convirtieran en convencionales y que, en este caso, fueron representados con atmósferas desérticas y el uso generalizado de tonos y luces anaranjadas. En Blade Runner 2049, el único árbol que aparece lleva muerto varias decenas de años.
Tras treinta años, Blade Runner sigue ocupando un puesto privilegiado en el imaginario de ciencia ficción y no solo, gracias también a su fotografía y al trabajo realizado con la luz, en este mundo que no se logra librar de la visión oscura de un futuro que se está convirtiendo en presente.