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Siglos no tan oscuros

En busca de la luz de la Edad Media

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Published: 20 jul. 2023
Francisco Petrarca acuñó la expresión “Siglos oscuros” para definir el periodo incierto entre finales del Imperio Romano y la época que más tarde se conocerá con el nombre de Renacimiento. Un periodo que llamamos Edad Media, por influencia de Vasari, y que por desgracia hoy en día se sigue considerando una época de oscuridad artística, sin invenciones ni genios. Los anglosajones la conocen como Dark ages en oposición a la edad de la luz, el Iluminismo. Actualmente, son muchos los estudiosos y los científicos que ponen en discusión la connotación negativa de este periodo histórico –que según los libros de texto terminó en 1492 con el “descubrimiento” de América–, para intentar demostrar los avances y los logros alcanzados en el arte y el pensamiento, aunque sin embargo dicha visión negativa persiste en la cultura popular.

Uno de los tópicos está relacionado con la iluminación. Se suele pensar que las personas se iban a la cama nada más anochecer. Pero esto no era verdad. L’età del lume (el Mulino) es un estudio original e interesante de la historiadora Beatrice del Bo, profesora de historia económica y social de la Edad Media de la Universidad de Milán, cuyo objetivo es derribar este lugar común. Un estudio que se plantea: ¿cómo se iluminaban los espacios domésticos, públicos, la vida en general durante los dark ages? En esta historia material de la luz, exploramos el ingenio de los artesanos medievales para construir instrumentos de iluminación y el uso que se hacía de ellos en las casas de los grandes señores o en las bibliotecas de los monjes, para demostrar que también la posibilidad de tener luz por la noche era un símbolo de prestigio social.
Siglos no tan oscuros
“¿Estamos seguros de que millones de hombres y mujeres permanecían a oscuras al anochecer? ¿De que abandonaban sus herramientas de trabajo, sus telares o sus arados, derrotados por un anochecer que les obligaba a cenar rápidamente e irse a la cama a esperar el amanecer? –se pregunta Del Bo–”. Antorchas y fogatas, pero eso no es todo. Las casas y las iglesias, claro, pero también los antros donde se jugaba, los burdeles, las fiestas públicas, los banquetes y las ceremonias son lugares que necesitaban fuentes de luz, instrumentos que nacen precisamente en aquellos siglos para poder usar las velas durante una cena con un invitado especial o para poder estudiar la Biblia en un monasterio. Estamos hablando de objetos espartanos pero también de obras preciadas de artesanía, objetos de orfebrería decorados con motivos antropomórficos, zoomórficos o florales. Por ejemplo, en muchos países la vela era un bien garantizado por las autoridades a un precio asequible, un bien primario al igual que lo era el pan.

El viaje que nos propone este libro, a través de la búsqueda material de la luz, nos hace ver los antiguos orígenes del diseño de la iluminación y del diseño en general –candeleros, candelabros, portavelas e, incluso, las propias velas. El ingenio aplicado a la iluminación es una señal de cómo el hombre, desde hace miles de años, estaba interesado en iluminar los espacios para poder disfrutar de las horas nocturnas, ya fuera por motivos lícitos o no, sin tener que depender del ritmo del sol y las estaciones. Como escribe Beatrice Del Bo: “La noche medieval es menos oscura de lo que solemos creer”.