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La luz nos habla de Wes Anderson

Luces y colores para hablar de un universo nostálgico que ha conquistado a todos

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Published: 19 nov. 2019
“Me gustaría vivir en una película de Wes Anderson. Tomas simétricas con la música de fondo de The Kinks”, I Cani cantaban la última canción de su sorprendente primer álbum. Pero las películas del director texano gustan, entre otras razones, por todos los motivos que nos cuenta la voz de Niccolò Contessa.

Las atmósferas retro que encontramos en sus películas suscitan una mezcla de ternura nostálgica y diversión agridulce. Estos sentimientos nacen gracias a las historias narradas por el director texano y, sobre todo, a la fotografía. El “estilo Wes Anderson” está caracterizado por la simetría de las tomas, como recita también la canción del principio, y por un uso del color único: una elección estilizante pero significativa. Las paletas no realistas contribuyen a reforzar el estrecho pacto con el espectador. Le avisan, desde el primer encuadre que lo que está viendo no es una reproducción mimética de la realidad. El truco salta a la vista, el público sabe que está sentado en la sala de un cine o en el sillón con el ordenador sobre las piernas. Es consciente de que está viendo una historia: ficción en estado puro.
La luz nos habla de Wes Anderson

Una escena de El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel)

La luz en Wes Anderson es también una cuestión emotiva. Pensemos en El Gran Hotel Budapest. La luz roja que inunda la película desaparece en un cierto punto. Cuando la historia se transforma en algo parecido a una historia clásica de espías y la temperatura emotiva de la película se carga de tensión, los tonos fríos y la oscuridad se adueñan de la escena. El calor protector de los tonos rosa desaparece, la noche domina, la música aumenta y el misterio crece.
La luz en Wes Anderson es también una cuestión emotiva.

Dos escenas de El Gran Hotel Budapest que muestran el cambio de tono emotivo de la película

Ver las películas de Wes Anderson es como rebuscar entre las fruslerías del rastro o entre las estanterías asfixiantes de una tienda vintage. Significa asistir y participar de la intrusión de un genérico y fascinante pasado en nuestro presente. Wes Anderson no reproduce el pasado con fidelidad, propone una idea de pasado, un “efecto de pasado”. Parafraseando el efecto de real del que habla Roland Barthes: son los detalles que aparentemente pueden parecer superfluos y sin una función narrativa como, lo son, el diseño de la portada de un libro (aquel en el que se narra la historia de El Gran Hotel Budapest) o un accesorio utilizado por un personaje (pensad en la típica cara de tenista de los años 70 de Richie Tenenbaum), los que contribuyen a amplificar, junto con las elecciones de luz y color, ese efecto de pasado que seduce a los espectadores, fascinados por un mundo que ya no existe.
Es la atracción que nos invade cuando entramos en el Gran Hotel Budapest, donde todo está sumergido en esa cálida y protectora luz rosa que recuerda el sabor de los fastuosos viajes de lujo de principios del Novecientos o mientas seguimos la fuga de amor de Sam y Suzy en Moonrise Kingdom a través de la pátina amarillo/azul que recuerda las viejas fotos de familia (o algunos filtros de Instagram).
Il sarcofago di Spitzmaus e altri tesori

Una de las salas de la exposición “Momia de musaraña en un ataúd y otros tesoros”, donde domina el rojo

La extremada atención de Wes Anderson por los detalles y el uso del color para crear universos narrativos en el plató caracteriza también la “Momia de musaraña en un ataúd y otros tesoros”, la exhibición creada por el director y la ilustradora y diseñadora Juman Malouf, expuesta en la Fundación Prada hasta el 13 de enero de 2020. Inspirada en los cuartos de maravillas que entre el siglo XIV y el siglo XVIII acogieron las curiosidades de todo el mundo, reúne 538 obras de arte y objetos de naturaleza dispar: de un sarcófago que contiene la momia de una musaraña (el sarcófago de Spitzmaus) a un casco con forma de zorro perteneciente a Fernando I, hasta un brazalete de cuentas de loza egipcia del 3000 a.C. La exposición es una reflexión sobre los motivos que impulsan al coleccionista a recoger y conservar su material. Los objetos se agrupan con lógicas nuevas y uno de los criterios elegido por la pareja de directores es el cromático. El público se mueve desde la habitación verde a la roja y el recorrido de la exposición se convierte, al igual que en las películas de Anderson, en un auténtico viaje estético por descubrir.
La luz nos habla de Wes Anderson
Ya sea una película o una exposición, la mirada de Wes Anderson parece cruzarse con un espíritu de la época, una sensibilidad que comparte con muchas personas, como atestiguan algunos proyectos como, por ejemplo, @accidentallywesanderson, cuenta de Instagram que recoge las fotos de los usuarios que parecen ser los personajes de una película del director texano.